viernes, 24 de febrero de 2012

Recolección de algodón en Argentina influye en la salud de mujeres y niños


** En el programa radial “Aula Ambiental” la profesora Ana María Liberali, de la Universidad de Buenos Aires, dio a conocer los resultados de una investigación realizada en la Provincia de El Chaco

Adriana Heras

El autismo de su hijo llevó a la geógrafa Ana María Liberali, docente titular de la Universidad de Buenos Aires, especialista en Geografía Social de América Latina y en Geografía Médica Ambiental, a estudiar de qué manera el ambiente y el trabajo desempeñado por las personas pueden influir en la salud.

Fue así como, tras varios cursos realizados en el Centro Médico de la Provincia de Buenos Aires -con avales de la Organización Panamericana de la Salud-, esta investigadora aún no descubrió las causas del autismo, pero sí otros aspectos interesantes en una región argentina de la Provincia de El Chaco, en donde se ha detectado mayor mortalidad infantil y mayor mortalidad femenina temprana, lo cual coincide con la ocupación laboral de estas mujeres: la siembra del algodón.

Esta docente argentina comenzó a trabajar entonces, desde la Universidad de Buenos Aires, con un grupo interdisciplinario integrado por representantes del Ministerio de Salud, toxicólogos de la Facultad de Medicina y de la Facultad de Farmacia y Bioquímica e, incluso, con los Sindicatos de Trabajadores Rurales.

“El problema es el siguiente: el algodón producido en Argentina, tanto para consumo interno como para la exportación, no se destina a la fabricación de aceite comestible, sino a fibra textil. En El Chaco la temperatura ambiente puede llegar durante los meses de enero y febrero a 45 grados a la sombra con muy alta humedad, por tanto, debido al número de insectos y de determinados elementos que afectan a la planta, se coloca una gran cantidad de pesticidas, pensando que nadie va a consumir el producto”.

Esto suena lógico, pero la mayoría de las empresas contratan mano de obra para recoger la cosecha y son las mujeres las encargadas de hacerlo por ser la planta de algodón muy delicada, mientras que los hombres cargan los fardos o bultos.

“Como se les paga por cantidades, no por persona u hora de trabajo, participa la familia entera en la recolección y es por eso que los niños ingresan a los campos de algodón desde pequeños y también ayudan a la madre a extraerlo, incluso, las he visto embarazadas o con los bebés atados a sus espaldas. Lo que es peor: en Argentina, en teoría, están prohibidos más de 70 pesticidas, sin embargo, los hemos encontrado sus rastros en sangre, en leche materna y en semen”.

El abordaje del tema es complicado porque el gobierno argentino apoya a los productores y las mujeres afirman que se les está quitando el empleo… pero la investigación del grupo al que pertenece Ana María Liberali les ha llevado a descubrir, por ejemplo, una localidad algodonera de 8 mil habitantes en donde existe una escuela para niños con problemas mentales que tiene 120 alumnos. En otras localidades, además, el labio leporino es habitual y está por encima del promedio total de la Argentina.

La soya: otro problema

Liberali explicó que, además de los problemas de salud ambiental que se evidencian en El Chaco debido a la siembra del algodón, allí también se suma la producción de soya –según la doctora Nancy de Sardi un gran porcentaje de la soya que se cultiva en el mundo proviene de semilla manipulada genéticamente-, la cual está desplazando a otros cultivos, a la ganadería y generando la deforestación.

“Esta provincia ya fue deforestada a fines del siglo 19, pero actualmente la soya llegó a ‘El Impenetrable’, una zona boscosa que aún se mantenía casi intacta. Los directores de algunos hospitales reconocieron que aumentaron los casos de cáncer, especialmente el infantil, y uno de las causas centrales es la fumigación aérea”.

De esta forma los geógrafos trabajan con datos epidemiológicos pero también, dentro del área física, estudian hacia dónde van los vientos y las cuencas, pues el agua está contaminada, incluyendo la subterránea, y las personas la consumen sin conocer las causas ni las consecudencias. “La situación política y económica es bastante compleja, pues hay médicos que han recibido amenazas en contra de sus hijos y se les insta a no meterse con algunos laboratorios, por otro lado, en los medios de comunicación argentinos, cuando una habla del ambiente en términos generales le dan espacio, pero cuando una da nombres y apellidos de los dueños de los campos o los responsables de la producción, allí existe una limitación”.

En el caso argentino Ana María Liberali hizo alusión a un caso a través del cual se dio un pasito para evitar en lo posible enfermedades laborales y hacer frente al poder de las grandes industrias. Se trata de la siembra de tabaco en una provincia llamada “Misiones” en la que, al ver que la empresa no tenía intención de disminuir los agroquímicos, se les envió a las mujeres de los trabajadores –a través de un pastor religioso- mensajes claros: que sus maridos se colocaran un pañuelo en la boca cuando estuvieran en los sembradíos, que no alzaran a sus niños con la ropa de trabajo y que ésta se lavara aparte, sin mezclarla con la del resto de la familia. “No se logró el gran cambio, pero sí se pretendió disminuir consecuencias, pero mientras la pobreza siga existiendo es muy difícil que los problemas ambientales y de salud se resuelvan”.

Liberali ofreció una conferencia en Mérida invitada por sus colegas del Centro Interamericano de Desarrollo e Investigación Ambiental y Territorial de la Universidad de Los Andes, Cidiat; y la doctora Nancy de Sardi, coordinadora de la Comisión Universitaria de Asuntos Ambientales, la entrevistó en su espacio radial “Aula Ambiental”, emitido todos los viernes por 107.7 ULA FM.

No hay comentarios:

Publicar un comentario