miércoles, 30 de mayo de 2018

Teorias clásicas de localización de las actividades económicas

Teorías clásicas de localización

Todo hecho geográfico presenta cualidades que son objeto de análisis e interpretación, el principio de localización se basa en analizar dichas condiciones y cualidades en cuanto al lugar que ocupa, para poder comprender su naturaleza, extensión, funcionamiento y relaciones existentes. La localización de actividades económicas depende de infinidades de factores, y como geógrafos se tiene el deber y compromiso de identificar, analizar e interpretar, para poder entender los hechos geográficos en sí. Por lo que es necesario apoyarse en teorías que sentaron base para estudios significativos de la geografía económica y otras ciencias.

Claval (1980) expone que las teorías clásicas de la localización se elaboraron precozmente. Asimismo, Duch (s/r) asevera que la teoría tradicional de la localización ha tenido un enfoque incompleto ante el problema de explicar los patrones de localización y los factores que los determinan, muchas veces sin siquiera hacer explícitos los mecanismos microeconómicos que inducen a las empresas y a los consumidores a ubicarse los unos cerca de los otros. Pero lo resaltante es que a pesar de las tantas críticas a los diferentes modelos propuestos estas teorías son referencia obligatoria y han servido de base para posteriores estudios.

Las teorías clásicas poseen rasgos esenciales como la aceptación implícita de la competencia perfecta, con un comportamiento basado en una estricta racionalidad económica que no busca más que la localización óptima, así como la existencia de espacios sin obstáculos ni complicaciones al desplazamiento.

El economista Von Thünen considerado el pionero en la teoría sobre la localización de los usos del suelo agrario, intentó encontrar una explicación al hecho que una agricultura de mercado tendía a imponerse, en Alemania del siglo XIX, sobre las formas tradicionales variaban entre lugares, las cuales no se limitaban por las condiciones físico-naturales o por las costumbres. Se planteó interrogantes como ¿a qué se debe que terrenos con la misma calidad ambiental tienen usos distintos? ¿Cómo debe la tierra ser usada productivamente en los alrededores del poblado a fin de minimizar costos de producción y transporte? ¿Cómo se utilizará la tierra si hay competencia perfecta?

Dichas interrogantes lo llevaron a realizar un análisis en su denominado Estado Aislado, donde se busca la posible relación existente entre los usos del suelo agrícola y la distancia a mercados urbanos, lo que le permitió elaborar un racionamiento deductivo a partir de una simplificación de la realidad. Dicho planteamiento se basaba en que los agricultores decidirían el tipo de cultivo a realizar mediante una estimación de renta de situación (diferencia de entre los ingresos recibidos y los costes soportables de producción y transporte). Enfatiza en el papel de los costos según la distancia respecto al mercado que, en su modelo, es un mercado único y central.
Fig.1 Localización de los cultivos en función de la distancia al mercado; los círculos de Von Thünen.
Fuente: Claval (1980)
Por lo tanto la localización de la actividad agrícola depende de las ventajas que arroja su utilización, en este caso es atribuible a la distancia respecto al mercado, de tal forma que el comportamiento de la renta del suelo depende del aumento o decremento del precio de mercado de los productos agrícolas y del costo de producción (Fig. 1).
Este modelo es criticado principalmente por los supuestos de competencia perfecta y rendimientos decrecientes. No obstante, su importancia radica en los principios y fundamentos para la explicación del comportamiento de la economía en el mercado, considerando la influencia y el desempeño del área de mercado y la forma en que se organiza y estructura la actividad económica en el espacio. Además permite comprender la influencia de la forma en que se distribuye la actividad económica y sus implicaciones para los usos del suelo.

Por otro lado el economista Alfred Weber, preocupado por entender las nuevas lógicas espaciales derivadas del proceso de industrialización desde la perspectiva de la empresa individual, realizó un estudio sobre la localización de la industria a partir de una hipótesis simplificadora. Su modelo se basaba en la determinación de un punto óptimo de localización según los tipos de industrias, para luego introducir las desviaciones que producirían la existencia de las diferencias espaciales en el coste de mano de obra y de aglomeraciones urbanas; así mismo, incorpora un componente formal y una preocupación por geometrizar los resultados. Los costes de transporte eran considerados como el determinante básico de la localización, aunque lejos de considerarlos directamente, los contempla como una función del peso de los bienes y de la distancia que tiene que cubrirse al transportarlos.

Por lo que su intento de identificar la mejor localización para cada tipo de actividad industrial, se basó en el volumen y tipo de materias primas. Por lo que la localización óptima puede verse alterada a favor a aquellos lugares con mano de obra suficiente, a menor costo como para compensar el gasto del posible desplazamiento.

Así lo expone Chisholm (1969) quien al igual que Duch (s/r) hace referencia a que Weber supone que las empresas se localizarán en aquel lugar donde los costes de producción y de distribución puedan ser minimizados, por lo que su modelo se diferencia en tres etapas: i) a) el punto que minimiza el coste de transporte, ii) sitios con costes laborales mínimos y iii) aglomeración.

La lógica de Weber se basa finalmente en que dados los puntos de consumo y de obtención de materias primas, se busca encontrar el punto en el que se localizará la unidad de producción para que así se minimicen los costes de transporte. Una vez encontrada dicha localización, se debe encontrar la existencia de lugares en donde el factor trabajo resulte más económico  o lugares que posean ventajas de aglomeración, entonces la localización óptima puede modificarse.

La localización óptima se esquematiza mediante una figura, que en  caso de Weber es un triángulo, ya que considera dos puntos de aprovisionamiento de materias primas y un mercado, unidos por líneas rectas que representan las distancias entre ellos; esto permite encontrar el punto que minimizaría los costes de transporte según el peso de los bienes y la atracción que ejerce cada vértice del triángulo sobre la localización ideal.

El modelo del mínimo coste de transporte se ha ampliado mediante la introducción de supuestos menos restrictivos a los planteados por Weber, lo que ha permitido obtener soluciones cuando se consideran más de tres puntos, por lo que se deja a un lado el triángulo para convertirse en un polígono.

Esta teoría no escapa de las críticas, y es que se ve influenciada por el momento de su elaboración y no se ajusta a la realidad del mundo actual. Otra critica a este modelo es su omisión a factores extraeconómicos; así como asumir que las empresas cuentan con la información concreta que permita determinar su localización óptima, por lo que su decisión es influenciada por la existencia de márgenes de localización que la hacen rentable.

Paralelamente a Weber surgieron análisis como los de Fetter (1924) y principalmente Hotelling (1929) quienes investigan las relaciones entre la formación de precios, las áreas de mercado y la localización; haciendo énfasis en las rigideces de la demanda, por lo que concluyen que el equilibrio locacional implica necesariamente la concentración de los vendedores en un solo lugar.

Christaller (1933) reafirmaría esta corriente surgente del pensamiento al elaborar su teoría de los lugares centrales, definidos como emplazamientos cuya función es la provisión de bienes y servicios a una población dispersa alrededor de éste. Aplicando un método deductivo para comprobar su hipótesis de que las leyes geográficas-económicas rigen como se distribuyen los núcleos urbanos.

Christaller también realiza un modelo simplificado de la realidad y le permite deducir que los lugares centrales de la misma categoría tendrán a distribuirse de forma regular en el territorio para organizar áreas de mercado de forma aproximadamente circular y de radios iguales. Sin embargo, se dejarían espacios sin abastecer  espacios indiferentes por solapamiento; por lo que las áreas de forma hexagonal dispuestas en un retícula triangular es la forma más eficiente de abastecer a la población.

A partir de los aportes teóricos de Christaller, Lösch (1940) fortaleció el análisis espacial mediante la descripción de relaciones generales con la utilización de ecuaciones, cuyo modelo de equilibrio general de tipo Walrasiano al que introdujo distancia y a partir del cual determina un sistema de coordenadas de localización. Lösch  contemplo cinco condiciones fundamentales para alcanzar el equilibrio: i) la localización más provechosa posible, ii) los emplazamientos productivos deben ser tan numerosos que todo el espacio esté ocupado, iii) no existen beneficios extraordinarios en actividades abiertas, iv) las áreas de oferta, producción y ventas deben ser lo más pequeñas posible, pues solo así se maximiza el número de empresas capaces de subsistir y, v) en los límites de varias áreas de mercado, los consumidores son indiferentes acerca de qué área es más conveniente para abastecerse. Asimismo, elaboró más formalmente la teoría de los mercados hexagonales.

Con la existencia de áreas de mercado hexagonales de diferentes categorías de lugares centrales, tenderían a encajarse unas dentro de otras, formando redes dispuestos de forma regular en el territorio que mantiene una relación jerárquica. El modelo de Christaller-Lösch es criticado principalmente por su abstracción de la demanda; y tanto los enfoques de la interdependencia locacional como el de las áreas de mercado se enfocan hacia esa dirección. Y al igual que otras teorías se hace insuficiente para explicar la distribución de servicios.

Un factor de localización importante a considerar en cada una de las teorías expuestas es la escala. Von Thünen hace referencia a un modelo desarrollado a la intensiva en tierra, mientras que las otras son puntiformes. Lo que quiere decir que mientras en el análisis locacional de la industria o los servicios es in sitú y puede ser ignorado, esto no aplica en la producción agrícola, por lo que el énfasis de dicho modelo radica en la tierra per se y en las diferencias de uso del suelo que pueden derivarse del impacto que sobre el terreno tienen los costes de transporte.

Las teorías clásicas propusieron un método de análisis que sin importar sus críticas merecen su reconocimiento por sentar las bases para debates posteriores sobre la localización de las diferentes actividades económicas.  Es así que estas corrientes teóricas derivadas de los modelos clásicos promovieron la elaboración de modelos de equilibrio parcial y general en el espacio. Asimismo, surgieron varios intentos de conjugar los diferentes enfoques en un modelo general de la localización de las actividades económicas en el espacio.
Referencias
Chisholm, M. 1969. Geografía y Economía. Primera edición castellana1969.Oikos-tau, s.a. ediciones
Claval, P. Geografía Económica. Oikos-tau, s.a. ediciones. Barcelona, España
Méndez, R. 2000. Geografía Económica: la lógica espacial del capitalismo global. Barcelona-España. Ariel.
Duch, N. (s/r). La teoría de la localización. Universitat de Barcelona.

De acuerdo a la lectura responda:

1.    ¿Cuál es la importancia que ha tenido la localización de actividades económicas para la geografía económica.
2.    ¿Cuáles son los rasgos comunes de las teorías clásicas de localización?
3.    ¿Cuáles fueron los aportes de las teorías clásicas de la localización de actividades económicas?
4.    ¿Cuáles fueron las críticas de las teorías clásicas de la localización de actividades económicas?
5.    ¿Cuáles fueron las deducciones de la Teoría de Von Thünen?
6.    ¿Cuáles fueron las deducciones de la Teoría de Weber?
7.    ¿Cuáles fueron las deducciones de la Teoría de Christaller?

8.    ¿Cuáles son los factores de localización tradicionales? 

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