miércoles, 15 de febrero de 2012

Sistemas territoriales de producción y redes de empresas


Ricardo Méndez
Fragmento del articulo “Innovación y desarrollo territorial: algunos debates teóricos recientes”
EURE (Santiago) v.28 n.84 Santiago sep. 2002



Un tercer factor de impulso en la construcción de territorios innovadores, de especial importancia en buena parte de la teoría existente hasta el momento, es la presencia de una organización de las actividades productivas de tipo sistémico. Las relaciones de interdependencia entre las empresas, ya sean de carácter mercantil (compraventa entre proveedores y clientes, subcontratación, etc.) o al margen del mercado (acuerdos de colaboración formales o informales, intercambio de información, etc.) constituyen la base de los sistemas productivos locales (SPL), que tanto interés han despertado en las dos últimas décadas, hasta el punto de provocar en algunos casos la renovación de las políticas públicas de promoción económica y desarrollo territorial (Vázquez Barquero, 1999 y DATAR, 2000).
Por influencia de la teoría originaria sobre los distritos industriales marshallianos, el análisis de los SPL prestó especial atención a aquellos territorios organizados mediante redes de pequeñas empresas de origen local en torno a una cadena productiva o filière determinada (textil-confección, calzado, máquinas-herramientas, electrónica, etc.), con predominio de relaciones no jerárquicas de tipo horizontal y una acusada división interna del trabajo. La acumulación de economías ¾externas a cada empresa pero internas al SPL¾ y la mayor capacidad de esta forma de organización para intensificar la transferencia de conocimientos e innovaciones entre las firmas hizo que la propia idea de medio innovador apareciera, desde sus inicios, muy ligada a la anterior.



Se concedió, en cambio, menor interés a la existencia de otro tipo de sistemas productivos, organizados en torno a una o varias grandes empresas, de origen endógeno o exógeno, que cuentan con una constelación de pequeñas firmas auxiliares en su entorno, situación que alcanza especial importancia en algunos sectores (automóvil, aeronáutica, informática, etc.). Aunque en estos casos las relaciones de tipo vertical-jerárquico suelen predominar sobre las de carácter horizontal, no puede negarse que en muchas de las áreas estudiadas los flujos materiales e inmateriales entre las empresas motrices y sus satélites incluyen la difusión de innovaciones (en los sistemas de fabricación, el control de calidad y el diseño del producto, la organización del trabajo, etc.). En tal sentido, aun aceptando la presencia de situaciones de dominación-dependencia que limitan la capacidad decisoria de numerosas firmas (aspecto destacado en las conclusiones de nuestro trabajo anterior), parece conveniente profundizar en la reflexión sobre las interrelaciones existentes entre las diferentes formas de organización industrial y la capacidad innovadora mostrada por los sistemas productivos.
Aunque los primeros estudios sobre SPL realizados en los ‘80 ya incluyeron numerosos intentos de establecer tipologías, siendo especialmente conocidos los de Garofoli o Markusen, ahora interesa destacar la propuesta realizada por Maillat y Kebir (1998), que puede contribuir a sistematizar los diversos modelos de organización identificables en los estudios de caso. El punto de partida es la aceptación de que la organización de lo que califican como sistemas territoriales de producción (STP) condiciona, en gran medida, la transmisión interna de información y conocimientos, generadora de procesos de aprendizaje colectivo. La naturaleza e intensidad de las relaciones, junto al grado de autonomía de las empresas, son así la clave de esas diferencias en cuanto a la capacidad para aprender, cambiar y adaptarse.


Con tales supuestos, Maillat y Kebir proponen una tipología básica de STP a partir de la combinación de dos criterios:




- la existencia o no de relaciones de interdependencia entre las empresas y su entorno local/regional, identificable en el eje de ordenadas y
- el tipo de relaciones dominantes en el seno de las propias empresas radicadas en el territorio (o grado de integración de su cadena de valor), identificables en el eje de abscisas.


Pueden así identificarse hasta cuatro situaciones, con efectos diferenciados en cuanto a su capacidad relativa para propiciar la construcción de medios innovadores.



Un primer caso corresponde a STP compuestos por empresas (PYMES o filiales de grandes firmas) que mantienen relaciones con el exterior, pero actúan de forma aislada a escala local, sin apenas vínculos entre ellas, además de presentar una organizacion simple, sin una clara diferenciación de los componentes de su cadena de valor (caso 1). Tanto en este como en el segundo caso, aplicable a territorios que muestran la presencia de grandes firmas integradas que los utilizan como simple soporte pasivo para su actividad (bajos costes, buena accesibilidad a los mercados, subvenciones, etc.), pero sin apenas relaciones con su entorno, puede hablarse del predominio de una lógica funcional que no propicia la aparición de verdaderas redes de innovación interactivas.



Situación muy distinta es la que caracteriza los otros dos casos, en los que puede hablarse de una lógica territorial, por cuanto el entorno de las empresas juega un papel activo en sus posibilidades de éxito y en su capacidad para incorporar innovaciones a los procesos, los productos, o la gestión.



De una parte se sitúan aquellos STP dominados por algunas grandes empresas integradas pero interconectadas también a instituciones (centros tecnológicos, universidades, etc.), y sobre todo a otras empresas del área, en su mayoría PYMES, hacia las que externalizan determinadas tareas, productos o servicios, tal como corresponde a la aplicación de un sistema de producción flexible (caso 3). En estas circunstancias, la posibilidad de que esas grandes firmas actúen como polos de innovación dependerá del tipo de relaciones que mantengan con ese entorno: casi inexistente en el caso de la simple subcontratación, sin apenas intercambio de conocimientos, puede alcanzar cierta importancia si lo que se descentralizan son tareas o productos especializados, de mayor valor y complejidad, si hay proyectos tecnológicos comunes, intercambios de trabajadores, etc. Del otro lado se encuentra la situación más característica de los SPL (caso 4), con redes de PYMES interdependientes y especializadas en torno a uno o varios productos, con relaciones de competencia y colaboración basadas en un conjunto de reglas específicas, tanto explícitas como tácitas, que facilitan el aprendizaje colectivo y territorializan así la innovación.



Es indudable que estos cuatro tipos no se excluyen mutuamente, sino que en un mismo territorio pueden coexistir varios, asociados a sectores de actividad diferentes, pero sólo en los dos últimos casos puede considerarse que pueden aprovecharse de forma efectiva las ventajas de la proximidad ¾geográfica y organizativa¾ para inducir procesos de innovación relacionados con las propias condiciones del territorio (Gilly y Torre, 2000). En estos casos, y pese a las posibilidades que hoy ofrecen las nuevas tecnologías de información y comunicación para organizar redes virtuales espacialmente dispersas, se pone de manifiesto la importancia de esa proximidad geográfica para realizar una transferencia personalizada de conocimientos tácitos, no formalizados. Éstos van ligados al saber hacer de los individuos, se adquieren por experiencia de trabajo en común, son difícilmente codificables, exigen cierto grado de confianza y son de especial importancia en las fases iniciales del proceso innovador, o para responder a cambios rápidos del entorno (Loilier y Tellier, 2001).


En resumen, en el actual contexto de globalización, la existencia de redes de innovación permite que ciertos territorios ofrezcan respuestas diferenciadas, generadoras de ventajas competitivas dinámicas que propiciarán también el anclaje de sus empresas. "De este modo, la globalización impone limitaciones (nuevos competidores, carrera tecnológica, etc.), pero también abre nuevas perspectivas para las regiones que disponen de STP dinámicos, es decir, innovadores e integrados en los mercados mundiales. Ciertamente, todas las regiones no disponen de tales sistemas de producción, por lo que algunas se desarrollan mientras otras están en crisis. Así, cada territorio, en función de sus recursos y de su organización, sufre o, por el contrario, utiliza la globalización para su desarrollo" (Maillat y Grosjean, 1999).


Redes sociales de cooperación para el fomento de la innovación territorial


Una de las novedades más significativas incorporadas por buena parte de los enfoques teóricos citados en la figura 1 ha sido la creciente conciencia de que la comprensión de los procesos de innovación en el seno de las empresas y de los sistemas productivos exigía trascender ese ámbito de investigación para fijarse en la posible existencia de redes sociales de apoyo.



El cambio en la unidad de estudio, que de la empresa pasa a ser el territorio, obligó a considerar las complejas redes de relaciones que lo organizan y, en ese sentido, desde los enfoques relativos al contexto institucional de las empresas local embeddedness (Granoveter, 1985) o encastrement (Grossetti, 2001) hasta la perspectiva de la economía solidaria (Mance, 2000) han hecho aportaciones de interés. En palabras de Sforzi (1999), "el éxito de una empresa ya no se relaciona sólo con el dinamismo del sector al que pertenece y con una superior capacidad interna de inventar nuevas soluciones", sino que "al lado de las relaciones económicas de producción, asumen un papel esencial las relaciones sociales de cooperación y la compenetración de las empresas en las redes de relaciones socioeconómicas que constituyen el sistema local, entendido como integrador versátil de conocimientos y organización".



Así pues, la presencia de diversos actores comprometidos con la innovación no basta para lograr esa inteligencia compartida a que tanto se alude en los últimos tiempos. Para intensificar los procesos de aprendizaje colectivo es necesario que los múltiples integrantes de los sistemas territoriales de innovación establezcan ciertas relaciones de cooperación para reforzar su capacidad de acción, lo que resulta especialmente cierto en espacios que padecen déficit estructurales en este sentido.


El hecho de que las instituciones públicas y privadas, junto a las empresas locales, puedan cooperar en proyectos comunes de carácter innovador, exige la creación de un clima de confianza incluso de una cultura solidaria¾ generalmente difícil de alcanzar, para el que la labor de ciertas personas y organizaciones que trabajan por conseguir la concertación resulta de especial importancia (Esparcia, Noguera y Buciega, 2001). Por el contrario, la falta de redes locales de cooperación puede entenderse como un obstáculo en el camino de la innovación y el desarrollo. Algo similar puede afirmarse de la escasa implicación de los poderes locales en la generación de proyectos comunes, situación opuesta al concepto de governance, tan repetido también en la bibliografía reciente y que destaca los beneficios de una gestión concertada del territorio.



En un texto anterior se propuso una especie de cartografía de redes mediante la identificación de los actores locales y de la cooperación entre ellos a partir de un sencillo sistema de grafos que, no obstante, resulta útil tanto en la descripción de las diversas situaciones observables, como en la detección de aquellas debilidades a incorporar en el diagnóstico (Alonso y Méndez, 2000 y Méndez, 2001b). Puede proponerse ahora una mejora cualitativa en la caracterización de esas formas de cooperación, diferenciando al menos aquellas de carácter reactivo, que surgen ante la necesidad de responder a problemas existentes en la situación anterior, de las de carácter proactivo, que intentan descubrir nuevas oportunidades. Otros aspectos como el carácter coyuntural o estable de esa cooperación, la existencia o no de una reflexión estratégica a medio/largo plazo que la oriente, el equilibrio o la hegemonía de algunos actores en esas relaciones, junto al grado de implicación efectiva de la sociedad local, podrían otorgar mayor calidad y profundidad a este tipo de análisis.



En conclusión, las aportaciones teóricas de los últimos años que destacan la importancia del conocimiento y de los procesos de aprendizaje como principal recurso específico de los territorios, de la innovación como estrategia de respuesta frente a los retos de la globalización, o de la creación de redes como forma de organización más adecuada para lograrlo, han sido particularmente abundantes, aportando numerosas ideas que pueden orientar nuestras investigaciones y permitirnos una mayor profundidad en la interpretación de realidades concretas. Aplicarlas de modo eficaz para lograr una mejora de los análisis empíricos contrastando de forma crítica su capacidad y sus limitaciones para orientar propuestas de actuación en territorios con estructuras productivas, socio laborales y culturales diversas es el reto a que ahora nos enfrentamos.

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