miércoles, 15 de febrero de 2012

Sobre los factores de impulso en la construcción de territorios innovadores

Ricardo Méndez
Fragmento del articulo “Innovación y desarrollo territorial: algunos debates teóricos recientes”
EURE (Santiago) v.28 n.84 Santiago sep. 2002


Pese a las evidentes diferencias existentes entre los diversos enfoques teóricos mencionados en el epígrafe inicial, uno de los rasgos que permite establecer evidentes relaciones entre ellos es el tipo de argumentación utilizada a la hora de interpretar la presencia de innovaciones y el dinamismo de los territorios.

La construcción de espacios caracterizados por la presencia conjunta de procesos de interacción y aprendizaje colectivo suele asociarse a la presencia de una cierta cantidad de recursos y activos específicos, acompañados por un conjunto de actores locales capaces de ponerlos en valor para responder así de forma positiva al nuevo contexto que supone la globalización. A todo esto se suma una forma de organización productiva donde se han construido redes de empresas identificables con el concepto genérico de sistema productivo local, junto a una forma de organización institucional donde las redes sociales de cooperación, que colaboran de forma activa en el impulso de las innovaciones, pueden también detectarse; en ambos casos, la influencia ejercida por la proximidad en la construcción de tales redes resulta hoy un aspecto ampliamente destacado y de evidente interés geográfico.
Con el objeto de completar esta panorámica sobre algunos de los conceptos y debates teóricos de mayor actualidad, que pueden permitir profundizar en ciertos componentes característicos de la noción original de medio innovador con el objeto de mejorar así la orientación de los estudios empíricos, pueden apuntarse ahora algunas ideas que seleccionan, sintetizan y en algunos casos revisan de forma crítica una parte de la bibliografía reciente, que se cita al final del texto.


La cuestión de los recursos territoriales específicos


La literatura sobre desarrollo local de los últimos años ha destacado de forma reiterativa la necesidad de basar esos procesos de desarrollo en el conocimiento y utilización prioritaria de los recursos endógenos existentes en cada área. Tal como recuerda Troitiño (2000), "todas las comunidades territoriales disponen de un conjunto de recursos (económicos, humanos, ambientales, institucionales, culturales, etc.) que constituyen lo que se denomina su potencial de desarrollo".


A partir de la realización de inventarios para identificar la cantidad y calidad de tales recursos, sus potencialidades y limitaciones, se trataría de encontrar los actores y las estrategias capaces de movilizarlos y ponerlos en valor de forma eficaz e innovadora. Así, por ejemplo, la sexta ronda de investigación propuesta por el GREMI a partir de 2001 centra su atención en el desarrollo y creación de empleos a partir de los recursos territoriales. Se propone comenzar con una identificación de los recursos naturales y/o culturales existentes que constituyen su patrimonio, los procesos de valorización-desvalorización-conservación que han conocido a lo largo del tiempo, sus relaciones con el sistema productivo y la sociedad local, para analizar finalmente el modo más o menos innovador en que son gestionados actualmente (creación de nuevos empleos y profesiones, nuevos productos, nuevos servicios, nuevas empresas, gestión sostenible de los recursos, etc.), la posible colaboración entre los actores locales para su gestión y la creación o no de un medio innovador dinámico desde esta perspectiva.

No obstante, ese concepto genérico de recurso territorial no ofrece demasiadas precisiones sobre qué elementos pueden incluirse bajo tal denominación o por qué espacios que, en apariencia, podrían ofrecer condiciones de partida similares, muestran una capacidad efectiva de innovación enormemente dispar. Para mejorar esa identificación, una de las aportaciones más significativas ha sido la distinción entre recursos genéricos y recursos específicos.

Con origen en el análisis económico de la innovación (Amendola y Gaffard, 1988), el punto de partida es el rechazo de que la innovación es tan sólo resultado de combinar recursos preexistentes en un territorio dado, que pueden o no ser utilizados en función de su precio. Por el contrario, ahora se afirma que la mayoría de los recursos utilizados en el proceso innovador "son construidos por el propio proceso y por el contexto en que se inscribe. Son específicos al ámbito que los ha producido", razón por la que "la innovación es una combinación de recursos específicos y recursos genéricos" (Rallet, 1996). El territorio resulta así una construcción social donde, a partir de unas dotaciones iniciales variables, algunas sociedades son capaces de generar un contexto progresivamente favorable a la innovación y el desarrollo mediante la movilización de iniciativas que hacen posible la creación de condiciones o recursos que sólo son entendibles en relación con ese ámbito (Crevoisier, 2001).


Esta visión de los recursos territoriales específicos concede especial importancia al contexto institucional, que Amin y Thrift (1993) definieron como "una combinación de políticas públicas, formas de coordinación estables entre actores públicos y privados, o entre actores privados, reglas implícitas de comportamiento, representaciones colectivas compartidas respecto al futuro del territorio y valores culturales". La presencia de un ambiente participativo puede facilitar la transmisión de la información, la creación de nuevos conocimientos interactivos y los fenómenos de aprendizaje colectivo, tal como han destacado todos los enfoques recientes vinculados a la llamada sociedad del conocimiento y las regiones inteligentes (Florida, 1995 y Antonelli y Ferrâo, 2001). Eso propicia también un mayor anclaje territorial de las empresas (Crevoisier y Camagni, 2000), al tratarse de recursos difíciles de encontrar en otras localizaciones, así como una mayor diferenciación de sus productos y servicios.


Por el contrario, en un buen número de regiones, ciudades y áreas rurales, el marco institucional existente no favorece la construcción de recursos específicos ante la escasa implicación de los poderes públicos y de otros actores locales, un individualismo excesivo que dificulta la transferencia de información y la realización de proyectos compartidos, una escasa movilización social y una cultura local poco propicia a las iniciativas y al cambio. En ellos, por tanto, las posibilidades de dinamización económica pasan siempre por un uso intensivo de recursos genéricos (recursos naturales, mano de obra abundante y barata, subvenciones a la inversión de capital, etc.), capaz de permitir bajar costes/precios, pero que son más fáciles de sustituir y a menudo provocan elevados costes sociales y ambientales.


Aunque su procedencia sea muy distinta, debe llamarse la atención sobre la proximidad de este concepto de recurso específico con el que Max-Neef, en su enfoque sobre las necesidades humanas, identifica con los recursos no convencionales: cultura organizativa y capacidad de gestión, redes sociales, cualificación y formación de los recursos humanos, solidaridad y capacidad de ayuda mutua. Lejos de agotarse con el uso, estos recursos presentes en algunos territorios se refuerzan, por lo que "la potenciación de recursos no convencionales estimula no sólo la autodependencia, sino que garantiza una mejor utilización de los recursos convencionales, especialmente del capital" (Max-Neef, 1993).


Un último ingrediente conceptual que puede incorporarse al análisis de los territorios desde la perspectiva de la innovación y el desarrollo, es la distinción hecha por algunos autores (Colletis y Pecqueur, 1995 y Benko y Pecqueur, 2001) entre recursos y activos. Mientras los primeros serían factores a revelar, con existencia potencial pero aún no utilizados, los segundos corresponderán a aquellos otros que ya se usan de forma habitual. Desde tal perspectiva, complementaria de la anterior, los estudios que aquí se proponen sobre la innovación como estrategia para el desarrollo territorial, podrían incluir:

- un inventario de los recursos y activos genéricos existentes en ese territorio: recursos naturales indiferenciados, población ocupada y/o movilizable sin cualificación, ahorro disponible para inversión, infraestructuras básicas, etc.
- un inventario de sus recursos y activos específicos: mano de obra cualificada, con formación técnica y/o experiencia en un determinado tipo de actividades, equipamientos y servicios de apoyo a la formación y la innovación, marco social e instituciones locales favorables a la innovación, etc.



El protagonismo de los actores locales y su identificación


Las teorías de la acción han adquirido cierto protagonismo en la mayoría de las ciencias sociales durante los últimos años, y la geografía no resulta una excepción. Frente a una visión que intentaba explicar la organización y dinamismo de los territorios o la distribución de los diversos elementos que los componen mediante la referencia a todo un conjunto de factores explicativos, este tipo de enfoques centra la atención sobre la existencia de individuos y organizaciones que, a partir de la toma de decisiones, ejercen un efecto determinante sobre la construcción y destrucción de las realidades socioespaciales que interesan a los geógrafos. Identificar qué actores operan en un territorio concreto, conocer y comprender sus características o estructura interna, intereses y valores, los mecanismos que guían el proceso decisional, las estrategias que aplican para alcanzar sus objetivos o sus posibles interacciones (colaboración, competencia, conflicto) son aspectos a los que ahora se concede una destacada atención.


La referencia a los actores forma parte, y de manera muy destacada, del discurso hoy habitual en materia de innovación y desarrollo local. Las alusiones a la existencia de territorios con proyecto, territorios que piensan su futuro, territorios que aprenden, etc., son otras tantas metáforas que se sustentan en esa capacidad potencial de los actores locales para movilizar los recursos específicos del área, mejorar su inserción exterior y ofrecer respuestas innovadoras ante los retos del presente (Guigou, 1995; Goux-Baudiment, 2001 y Deffontaines y Prod’homme, 2001). Capacidad que en ciertos casos permite al territorio dejar de ser concebido como simple objeto para convertirse en sujeto colectivo, que cuenta con un "sistema de actores que lo anima y puede pensar y actuar en su nombre" (Goux-Baudiment, 2001).

Este regreso del actor (Jambes, 2001) supone, asimismo, una interpretación posibilista en la que se abandona la hegemonía otorgada por el estructuralismo y otras visiones de carácter holístico a la acción de grandes sujetos colectivos y al análisis de los procesos que marcan las pautas fundamentales de evolución de las sociedades y territorios. Por el contrario, ahora se entiende que los actores locales no están determinados en su actuación, sino que tienen cierta capacidad de maniobra para ofrecer una entre varias respuestas posibles. No obstante, debe quedar claro que frente al individualismo metodológico, que pretende explicar los procesos sociales por la simple agregación de acciones individuales, la propuesta que aquí se realiza debe adscribirse en mayor medida al enfoque estructuracionista propuesto por Giddens. Según esta visión, la relación entre estructuras y acciones debe entenderse como bidireccional: el contexto que impone el actual modelo de acumulación y regulación establece limitaciones a los agentes dentro de unos márgenes más o menos amplios según los lugares, pero las propias respuestas locales contribuyen a reformular en cierta medida las propias claves del sistema en un proceso de retroalimentación constante, de carácter dialéctico. Por otro lado, esas acciones son las que dan forma al territorio, pero las características materiales e inmateriales de éste también hacen o no posible la propia presencia de actores con capacidad/voluntad de innovación y sus posibilidades de respuesta.


Se han propuesto diversas tipologías de actores que pueden estar implicados en el apoyo a acciones relacionadas con la innovación y el desarrollo de los territorios. La propia evidencia empírica extraída de los casos que fueron analizados en la primera fase de nuestra investigación, permitió ya una primera identificación de instituciones públicas y privadas que, en algunos lugares, resultan un eficaz complemento al esfuerzo de innovación empresarial (Alonso y Méndez, 2001). No obstante, puede ahora sistematizarse en mayor medida esa tipología que, partiendo de la misma divisoria público-privado, permite diferenciar hasta cuatro grupos de actores potenciales, cuya presencia o ausencia, actividad e interrelaciones deben constituir uno de los referentes básicos de la investigación.


a) Instituciones públicas. Incluye aquellas autoridades y administraciones con competencias sobre el territorio. Asimiladas tradicionalmente al Estado, tanto los procesos de descentralización política como de integración europea exigen hoy diferenciar las de ámbito local o regional, más próximas y potencialmente implicadas con la realidad de cada territorio lo que les otorga una especial responsabilidad y protagonismo respecto de las instituciones de ámbito estatal o supraestatal, que no deben en ningún caso ser olvidadas como parte integrante del sistema de innovación.


b) Instituciones privadas. Junto a las empresas existentes en el territorio, principales protagonistas en la concepción originaria del medio innovador, también se concede particular importancia a la presencia activa de organizaciones económicas, centros de transferencia tecnológica y representantes de la sociedad civil con voluntad para dinamizar las sociedades locales y promover iniciativas colectivas de carácter innovador, tanto en el sistema productivo local como en otros planos complementarios de carácter no económico.


En esta tipología, es evidente que la mayoría de actores a incluir tienen un carácter endógeno, directamente relacionado con un origen local. Pero eso no significa negar, de entrada, la posibilidad de que empresas procedentes del exterior o instituciones y organizaciones de carácter supraestatal puedan ejercer influencias favorables a la innovación, contribuyendo incluso a debilitar las resistencias del tejido empresarial y social de determinadas localidades. Evitar ciertos prejuicios localistas permite comprender que algunos sistemas productivos y territorios pueden acceder a la innovación aprovechando las incitaciones o las ayudas procedentes del exterior, siempre que sean capaces de gestionarlas de forma adecuada para alcanzar, en fases posteriores, cierto grado de autonomía y autoorganización, conceptos asociados, en gran medida, a la idea de empowerment defendida por Friedman (1992).


Una última consideración relativa a los actores guarda relación con la metodología de investigación a aplicar. Además de reforzar la necesidad de incorporar técnicas de análisis como la encuesta o los diversos tipos de entrevista, capaces de avanzar en la comprensión de las razones que impulsan o inhiben la acción de los actores, incluida su percepción del entorno, el conocimiento de las estrategias que aplican, o de los éxitos y fracasos de la cooperación, no puede ignorarse que esa intervención es intencional y, por tanto, una aceptación acrítica de las respuestas dadas por los propios protagonistas puede provocar ciertos sesgos. Evitar en lo posible tal situación mediante la contrastación de opiniones procedentes de personas e instituciones de características diversas, o a partir de resultados empíricos observables, parece una estrategia de investigación prudente para evitar esa mirada ingenua de la realidad local que en ocasiones se ha achacado a este tipo de estudios.

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