lunes, 24 de octubre de 2016

FORO: ARCO MINERO DEL ORINOCO: LO INELUDIBLE DE UNA VISIÓN MULTIFACTORIAL.

El 11 de octubre de 2016 se realizó en el salón de Postgrado "Carlos Andrés Amaya" del Instituto de Geografía y Conservación de Recursos Naturales el FORO: ARCO MINERO DEL ORINOCO: LO INELUDIBLE DE UNA VISIÓN MULTIFACTORIAL. Una de las presentaciones estuvo a cargo del Prof. Edwuind Pérez Palmar, quien dio un discurso sobre la situación actual de las comunidades indígenas, específicamente de la etnia Wayúu. A continuación se presenta su discusión propicio a la celebración del Día de la Resistencia Indígena.



UNIVERSIDAD DE LOS ANDES
FACULTAD DE CIENCIAS FORESTALES Y AMBIENTALES
INSTITUTO DE GEOGRAFÍA Y CONSERVACIÓN DE RECURSOS NATURALES
“ANTONIO LUIS CÁRDENAS”
UNIDAD DE POSTGRADO EN ORDENACIÓN DEL TERRITORIO Y AMBIENTE

FORO: ARCO MINERO DEL ORINOCO: LO INELUDIBLE DE UNA VISIÓN MULTIFACTORIAL.  

“GEOGRAFÍA HISTÓRICA Y MEMORIA ANCESTRAL DEL TERRITORIO: PERSPECTIVA CULTURAL WAYÚU ANTE EL ARCO MINERO DEL ORINOCO”

Debajo de cualquier árbol, en cualquier piedra,  junto a un río o en la sabana, en el mar, en el manantial, en La Macuira puede esconderse el misterio, la vida, los orígenes”.
Bisabuela:
Matrona Wayúu. Honoria Püshaina
Linaje Püshaina Aalasü, Makuira. 
 
Es la Geografía en la que he creído y con mayor firmeza ahora, cuando más que nunca, necesitamos apoyarnos en la memoria histórica para convertirla en un arma certera que enfrenta la sistemática destrucción de nuestro patrimonio geográfico, plataforma del sentir y pensar de un pueblo, y parte evidente de su forma de ser. Desde esta convicción, considero oportuno recalcar que la nación venezolana solo existe cuando tenemos conciencia de lo que es la venezolanidad.
Maestra de la Geografía:
Prof. Rosa María Estaba
 
PROF. EDWUIND PÉREZ PALMAR






La Geografía Histórica es un camino metodológico para entender, comprender e interpretar a Venezuela. En ella, convergen distintas dimensiones del saber, del mundo, de la sociedad, de la cultura, de las creaciones del hombre a lo largo del tiempo, del devenir, de la continuidad.
Venezuela, un territorio de más de 900 mil km², bañado por un mar tropical de esplendidos paisajes da su cara como noble doncella exhibiendo su belleza al resto del Caribe, adentrándonos en él, nos sorprende que ese territorio está compuesto por una gran heterogeneidad que se resume en una “geodiversidad” que ningún otro país goza.
Macizos antiguos adornados por infinitas selvas pluviales siempre verdes, llanos distinguidos por la presencia de sabanas, litorales cálidos y húmedos, unos verdes que exhiben la exuberancia de bosques, otros exhiben el recio sol tórrido de nuestros ambientes semiáridos costeros mediante cardonales, espinares y cujisales; arcos montañosos de variados paisajes serranos, jóvenes planicies costeras lacustres, corredores intramontanos definidos por lindos valles adornados por una biogeografía diversa y grandes perlas que adornan nuestro Caribe, me refiero a los archipiélagos e islas, toda una expresión única que éste “paraíso terrenal” diseñado por Maleiwa permitió que nuestras sociedades indígenas se relacionaran en distintas formas con esa geografía que la naturaleza por mandato de Maleiwa nos obsequió.
Caracterizar el país desde la Geografía motiva también una definición geocultural de quienes lo habitan. De allí, que estudiosos del poblamiento prehispánico venezolano (Mario Sanoja e Iraida Vargas, 2007, Luis Fernando Chaves, 1992), señalan que desde tiempos precolombinos la presencia de sociedades aborígenes milenarias, lo que  afirma que esa Geografía Física megadiversa también la caracteriza una Geografía Humana diversa, variada, heterogénea.
Sanoja y Vargas (2007), metodológicamente construyeron ese planteamiento al definir unas regiones geohistóricas existentes antes de la llegada de los europeos a nuestras tierras. Significa, que nuestros ancestros ya tenían una relación organizada entre el paisaje, sus sociedades y la cultura, es decir, una construcción inicial de nuestro territorio materializada en el trabajo, cuyo fin sociocultural en las diversas regiones era la domesticación de plantas: maíz, papa, auyama, batata, piña, yuca. Sin duda, un fin único que la historia de la economía humana identifica como satisfacción de necesidades básicas, una de ellas es la alimentación para la continuidad de la vida.
Esta breve síntesis geohistórica solo busca afirmar que antes de la llegada de los colonos, nuestras etnias (bien sean de filiación Arawakos, Caribes o Chichas) ya estaban estructuradas y conformadas en diversas regiones, que por su naturaleza ecológica obligaba a diferenciarse de otras localizaciones geoculturales, lo que claramente define la presencia de agricultores,  pescadores, recolectores y cazadores.
Toda una historia construida a partir de evidencias antropológicas que facilitan una comprensión integral de nuestra historia cultural y territorial, no obstante, en su desarrollo como contínuum de nuestro tiempo, como nación venezolana sufre una abrupta transformación a partir de hecho histórico de la “conquista y la colonización”.
Este hecho, cuyo inicio los historiadores lo describen como “descubrimiento”,  “encuentro de dos mundos”,  “resistencia indígena”, en fin distintas acepciones que solo cubren la identificación del “hallazgo hispánico de nuestro territorio”, el cual, vale la pena invocarlo para darle sentido a nuestra narrativa, a nuestra historia, a nuestras raíces,  para orientarnos y situarnos en la historia de la lucha de nuestros antepasados.
Temporalmente, estaríamos hablando del inicio del siglo XVI, cuando empresas colonizadoras inician la fase de incursiones expoliadoras y búsqueda de riquezas en nuestras tierras a partir de actividades dirigidas al reconocimiento y conquista territorial sustentadas en la persecución de nativos, caza, captura y matanza de indígenas. Es decir, toda una política de estrategia militar que perseguía la expoliación de recursos naturales y humanos.
El proceso de conquista y la posterior fase de implantación colonial desembocaron en la apropiación de nuestras sagradas tierras, este episodio de la historia venezolana significó una de las más crueles acciones de etnocidio en la historia de la humanidad. De allí, que aguerridas tribus de cumanagotos, son ejemplo de la más viva fuerza de nuestro espíritu de lucha por la no imposición de elementos ajenos a nuestras raíces. La acción depredadora de los colonos contra nuestra población indígena no solo se basó en la imposición a la fuerza de lo ajeno, sino más bien en la imposición inmaterial sobre la creencia ancestral de nuestros dioses y deidades (Creador, Lluvia, Sol, Luna y demás fuerzas naturales), a través de la evangelización cristiana (la actividad misional).
No aún con esto, nuestros ancestros fueron víctimas de la más cruel decisión de romper nuestras estructuras sociales y culturales (vale decir que costó milenios en construirse y organizarse) al considerarlos como esclavos a través de mecanismos de encomiendas, composiciones y mercedes, es decir, nuestras tierras de propiedad colectiva pasan a ser propiedad privada de la Corona española, nuestros cultivos y plantaciones son vistos como bienes de mercado comercializable y no como regalos naturales de la Tierra para la continuidad de la vida, la alimentación y la ofrenda a nuestros dioses.
Toda una épica que a pesar de más de cinco siglos de fuerzas externas intentando minimizar nuestra esencia ancestral, mantenemos presencia viva en este territorio, no es de olvidar que el período de la colonia, y la posterior construcción del Estado-Nación venezolano a lo largo de la historia republicana han existido similares acciones contra nuestras raíces, ejemplo de ello, las intenciones de “civilizar” desde la castellanización del idioma a las diversas etnias que habitan la actual Venezuela.
Ya para el siglo XX diversas instituciones, líderes indígenas y ONG buscaban una mayor reivindicación de nuestra existencia dentro de un país caracterizado por el mestizaje y la diversidad. La salud, la educación, el territorio, la alimentación, el idioma, la aceptación y el derecho a una voz y a un voto en las decisiones políticas despiertan generaciones de lucha, de propuestas, de programas que persiguen la inclusión social, cultural, lingüística y educativa de las diversas etnias venezolanas.
De entrada al siglo XXI se materializa esta lucha, cuyos antecedentes tienen sus raíces desde el mismo proceso de conquista, significa que ha costado más de 500 años decirle al mundo y al actual Estado venezolano que somos parte de esta existencia humana llamada venezolanidad, que poseemos tierras heredadas por nuestros ancestros, que tenemos una relación con la naturaleza basada en la armonía, que la diversidad es parte de nuestras relaciones históricas y la aceptación eleva el orden de construcción social de nuestras generaciones venideras.
Muy cierto es que en nuestro país, con su avanzada y moderna Constitución (1999), expresa todo un capítulo a los Pueblos Indígenas (Capítulo VIII); además una Misión Social llamada “Misión Guaicaipuro” (fundada en 2004); no con eso surge un Ministerio para los Pueblos Indígenas (creado en 2007), una Ley Orgánica de Pueblos y Comunidades Indígenas (LOPCI). Por tanto, durante el período de la llamada “democracia participativa y protagónica” ha sido el momento en donde se le ha dado participación y protagonismo a las diversas etnias existentes en el territorio nacional, de eso no hay duda, tampoco hay que negarlo.
Sin embargo, en la construcción histórica real de este 2016, como venezolanos de hoy con responsabilidad, con conciencia moral, valor, valentía y coraje ciudadano asumo que nuestra realidad es otra, existen leyes, existe un ministerio, existen instituciones de apoyo a los pueblos y comunidades indígenas, pero la sola teoría, el solo documento y el solo discurso de “inclusión” solo queda allí, es decir, como si no existieran.
Ya verán, como anunciarán logros, inclusiones, imágenes de discursos mañana 12 de octubre de 2016, pero en la realidad esto no es; no existe, no están, no oyen, no ven, no sienten, no se pronuncian, ni menos aún nuestro ministerio y activistas indígenas que ocupan cargos políticos son capaces de decirle a este gobierno que está siendo tan similar como hace más de 500 años fueron los colonos con nuestros pueblos; ¿de qué manera somos como los colonos?, así dirán los activistas indígenas de hoy, así dirá también la Ministra de los Pueblos Indígenas, pues como de costumbre, ellos siempre preguntan, más no responden.
Por tal motivo, y bajo las orientaciones teóricas del geógrafo Jared Diamond me atrevo a decir que nuestras sociedades aborígenes vivieron un gran colapso en tiempos de la conquista y la colonia, el derecho a la vida, a las tierras, a la divinidad, al trabajo, a la libertad, a la alimentación, a la espiritualidad ancestral, a la salud, a la vivienda y a la continuidad, fueron vulneradas por decisiones de la metrópolis española de entonces, diacrónicamente, nosotros los indígenas de hoy vivimos lo mismo, ya no por el imperio español, sino por la hegemónica acción militarista, autoritarista e inhumana de un gobierno que nos tiene en la misma, o peor condición que hace más de cinco centurias.
Por ello, el llamado es al Ministerio de los Pueblos Indígenas, a los líderes y activistas indígenas a que asuman con valor y coraje ancestral, que los tiempos de la conquista, la colonia, las mercedes, las encomiendas y las composiciones se reviven, en este caso, en el 2016 por las acciones del Estado Venezolano de expulsar, soslayar, expropiar, negociar y mostrar a los indígenas un agobiante “cuánto vale” a la presencia ancestral en el territorio de la Guayana, del área que comprende el llamado Arco Minero del Orinoco.
En ese caso, es válido que la existencia de recursos son una ventaja para el desarrollo del país, pero no expulsando a las etnias Baniva, Piaroa, Jivi, Pumé, Ye’kuana, Pemón, Warao, Sanema y Kariña de su legítimo territorio ancestral, no les pertenece al Estado, son tierras sagradas de nuestras matriarcas y patriarcas, de nuestros muertos, de nuestros espíritus, por tanto, posesionarse de ellas es burlarse y subestimar nuestra espiritualidad y nuestra Madre: “La Tierra”, ella es quien nos da vida, es la que sostiene nuestros bosques, nuestros ríos, y día a día la lluvia la alimenta con el agua, y en la actualidad el Estado Venezolano presidido por el gobierno socialista pretenden expulsar a los indígenas por simple irresponsabilidad, avaricia y materialismo que echa por tierra la supuesta acción de que “¿ser rico es malo?”; nuevamente el llamado es que ya dejen de sangrar nuestra tierra ambientalmente hablando, ya dejen de humillar a nuestra gente, tal acción, repito revive las encomiendas y las misiones del siglo XVI, hoy se revisten de manera similar a los colonos del pasado. Digno día, hoy 11 de octubre, a pocas horas del 12 de este mes, cuyo símbolo y conmemoración es la llamada “Resistencia Indígena”, yo, como indígena venezolano, hijo de wayúu Püshaina, miembro de una población multidiversa, multiétnica, pluricultural me pronuncio en una postura de denuncia pública como acción de resistencia ante la moderna colonización que implementa el actual gobierno en el área del Arco Minero del Orinoco. Ello tiene implicaciones de expulsión de diversas etnias indígenas, y hago un llamado al Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para que se aboque a Venezuela, nuestras etnias guayanesas se perfilan en un rumbo que se destina en condición de expulsados y refugiados; la acción explotadora del Arco Minero vulnera el territorio ancestral, un llamado al Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA); es delicado, es frágil, es débil, es salvaje, virgen, pero sensible como la creación de la vida del fruto femenino de la existencia, la Tierra y la Sociedad, son un binomio, una unidad que los antepasados han entendido, nos han enseñado y eso es el motivo de fuerza por la que un indígena se pronuncia formal y académicamente ante este hecho que mantiene a muchos venezolanos a la incertidumbre: ¿Qué sucederá con nuestro territorio ancestral en la Guayana venezolana?, ¿Qué pasará con nuestros bosques, con nuestro agua dulce del Caroní, del Caura?, ¿A dónde irán los peces y la vida silvestre, las aves, los reptiles, los mamíferos?, y ¿dónde se moverán, posarán, recrearán y caminarán nuestros ancestros cuando ya los bosques estén extintos?. Sin duda, si no nos unimos en este llamado y esta protesta se desarrollará toda una acción de etnocidio y ecocidio en Venezuela, de allí que todo esto es preocupante en nuestra “tierra de gracia”, en nuestra Venezuela amada.
Muchas gracias a todos.
Prof. Edwuind Pérez Palmar.
Profesor de Geografía Humana de Venezuela-ULA.
En Mérida, octubre del año 2016.


Consultas y lecturas hechas por el autor: Edwuind Pérez Palmar.
1.- BRITO FIGUEROA, F. 2015. Historia económica y social de Venezuela. 2 ª reimpresión de la 7ª edición. Ediciones de la Biblioteca, 2015. Universidad Central de Venezuela, Tomo I. Caracas-Venezuela. 424 p.
2.- CHAVES VARGAS, L.F. 1992. Geografía Humana de Venezuela. Departamento de Geografía Humana, Escuela de Geografía, Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales de la Universidad de Los Andes. Mérida-Venezuela. 278 p.
3.- CUNILL GRAU. P. 2007. El hallazgo de Venezuela y su incorporación al ámbito euroamericano. GeoVenezuela, Tomo I: La Geografía Histórica del Poblamiento Territorial Venezolano y la Tropicalidad Venezolana. Caracas-Venezuela. 414 p.  
4.- DIAMOND, J. 2007. Colapso: por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Editorial: DEBOLSILLO. Santa Fe de Bogotá-Colombia. 746 p.
5.- ESTABA, R., Alvarado, I. 1985. Geografía de los paisajes urbanos e industriales de Venezuela. Editorial: Ariel-Seix Barral Venezolana. Caracas-Venezuela. 286 p.
6.- SANOJA OBEDIENTE, M.2011. Historia sociocultural de la economía venezolana. Colección Venezuela Bicentenaria-Banco Central de Venezuela. Caracas-Venezuela. 262p.
7.- SANOJA, M., Vargas, I. 2007. El legado territorial y ambiental indígena prehispánico e histórico. GeoVenezuela, Tomo I: La Geografía Histórica del Poblamiento Territorial Venezolano y la Tropicalidad Venezolana. Caracas-Venezuela. 414 p. 
8.- VIVAS, L.2012. Geotemas. Fondo editorial, Simón Bolívar, Lotería del Táchira. Mérida-Venezuela. 278 p. 

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